El Legado de Tania
Tania se acercó muy apenada al lecho de su abuelo. Éste yacía casi sin fuerzas en él, ya no quedaba ni rastro del ser regordete de antaño. El que le devolvía la mirada, a duras penas, era un ser cuya fragilidad se entreveía por las delgadas líneas de su cuerpo.
-Siéntate a mi lado -le indicó casi en un susurro- tengo algo que decirte.
Tania obedeció al instante.
- Querida ya ha llegado mi hora y te toca a ti ser mi sucesora -sin decir nada más, tomó la mano de Tania, y con su último suspiro, una luz embargó la mano de la consternada gatita, a la vez que un extraño hormigueo la invadía.
Habían pasado varias semanas desde que su amado abuelo emprendiera el largo camino hacia la eternidad, se encontraba un poco mejor pero siempre guardaría su querida memoria en un pedacito de su corazón.
Se encontraba recostada en su cama, leyendo. Su pasión favorita, uno de los muchos libros de cuentos que tanto le gustaban.
En ese instante, un malvado dragón, estaba a punto de devorar a una indefensa princesita, cuando oyó una voz en su interior que le decía:
“Pasa el dedo por las letras” por un segundo quedó algo sorprendida, pero no prestando atención siguió leyendo su apasionante relato. Justo en el momento que un apuesto príncipe llegaba a socorrer a la princesita, la voz se hizo más intensa “Pasa el dedo por las letras” esta vez sí que detuvo su lectura en seco. ¿Estaría soñando?, o era cierto que acababa de oír aquella extraña voz otra vez, ¿qué pasaría si le hacía caso? -pensó- a fin de cuentas no podría suceder nada malo. Así que sin pensárselo dos veces, aunque algo temerosa, recorrió las letras con su dedo, según iba leyendo, no pasó nada; así que con más determinación siguió haciéndolo, pasó una página, luego otra, pero al llegar a la tercera algo extraño ocurrió.
Las letras empezaron a moverse, como ejecutando una extraña danza ante sus ojos, cuando hubieron terminado apareció una diminuta puerta. Tania acercó su dedo a ella, como si una magnética fuerza la arrastrara y dibujó su contorno con él, al momento la puerta se abrió y literalmente se la tragó.
Apareció, segundos después, en un mundo mágico, no daba crédito a lo que veía. Ante ella se alzaba la casita de chocolate con Hansel y Gretel jugando en su jardín. Un poco más allá la ratita presumida barría con esmero su porche, saludando con la mano al príncipe que llevaba a lomos de su caballo a una bellísima Blancanieves. En lo alto del bosque divisó el majestuoso castillo de Cenicienta, ésta se disponía a merendar en el césped con sus amiguitos los ratoncitos. Tania no salía de su asombro, donde quiera que mirase se encontraba con algún querido personaje de sus entrañables cuentos. Divisó a Caperucita, con su mono color rojo, ayudando a los tres cerditos en la construcción de su nueva casita, mientras el lobo les iba acercando con una carretilla un montón de ladrillos. En el lago que se extendía varios metros más adelante, se divisaba a la Sirenita subida en una gran roca, cerca de la orilla, narrando un fabuloso relato a los siete cabritillos que la oían ensimismados.
¿Pero qué significaba aquello?, ¿qué haría allí y cómo habría llegado? -se preguntaba.
Siguió caminando, ya que sin saber por qué, sus pasos la encaminaban hacia una acogedora casita con un amplio porche blanco y las tejas color chocolate. Entró en ella, y se encontró dentro con tres extraños personajes, uno de ellos era un gran sapo rojo, el otro era un mapache con un gran turbante de faquir, que por vestimenta llevaba una chilaba con hermosos bordados dorados y el tercero, no menos interesante, era una preciosa conejita ataviada con una falda de volantes y un pañuelo anudado en su cabeza del que colgaban numerosas monedas, pero lo que más llamó su atención, fue sin duda, lo que llevaba en la mano, una gran bola de cristal de color rosa.
- ¿Quién eres? -preguntó el Sr. Mapache.
- Me llamo Tania, y no sé porque estoy aquí.
Entonces la adivina acarició su bola de cristal y ésta se inundó de una densa bruma violeta. Al poco la conejita habló:
- En mi bola he visto que te necesitamos para salvar al Narrador, tú ayuda es imprescindible.
- ¿Imprescindible, salvar, Narrador?, no entiendo nada de lo que dices.
- Empecemos por el principio -respondió-:
- Me llamo Fedora. Anoche secuestraron al Narrador, sin él estamos perdidos, pues es él el que cuenta todas las historias que ocurren en el Mundo de los Cuentos y si no lo hiciera, nosotros no tendríamos razón de existir.
- ¡Oh, eso es terrible! -exclamó alarmada Tania.
- Lo sé y por eso te necesitamos. Realmente desconozco por qué, pero mi bola me muestra que sin ti no conseguiremos salvar al Narrador. Así que, te unes a nosotros ¿verdad?
- ¡Por supuesto que sí, vamos allá!
Y sin pérdida de tiempo los nuevos compañeros salieron de la casa.
El Sr. Mapache se presentó:
- Me llamo Aashish.
Introdujo su mano en la chilaba y sacó un pequeño objeto. Lo desenrolló mostrando una diminuta alfombra que arrojó al suelo, no hizo sino tocar éste y comenzó a crecer y crecer, ante los atónitos ojos de Tania, hasta convertirse en una preciosa alfombra de dimensiones más que considerables.
Aashish gritó:
- ¡Todos arriba!
Y sin pérdida de tiempo se subieron a ella. Aashish se sentó en uno de los extremos y la alfombra empezó a elevarse poco a poco para acto seguido comenzar a volar. Tania estaba perpleja pero le encantó aquella sensación embriagadora, ¡volar era maravilloso! Sapo se sentó al lado de ella y le contó su historia:
- Vivo en un hermoso castillo con Aashish. Él vino de un exótico lugar hace algunos años, nos conocimos por casualidad pero en seguida hicimos buenas migas y le propuse quedarse a vivir conmigo. Él aceptó encantado, la verdad es que lo pasamos muy bien, ¡es un gran contrincante al ajedrez!
También le reveló que vivía bajo el influjo de un terrible hechizo, pues era un príncipe al que un malvado brujo había encantado, y cuya maldición no desaparecería hasta que no estuviera dispuesto ha aceptar su destino.
- ¿Y qué quería decir con eso? -quiso saber Tania intrigada.
- Vete tú a saber -contestó sapo con resignación-, y siguió contando muchas historias y anécdotas divertidas.
A pesar de su apariencia -pensó la gatita- es un ser muy divertido y ameno. Cómo sería su aspecto cuando era un príncipe -se preguntó con cierta curiosidad.
Así entre anécdotas y risas siguieron avanzando, gracias a la bola de cristal, sabían donde se dirigían, pues ella le mostraba a Fedora, la adivina, el camino.
Habían recorrido muchos kilómetros cuando Fedora señaló un punto bajo ellos.
- ¡Aquí es!
Todos miraron hacia abajo, hacía rato que volaban sobre el océano y ahora en medio de las azules aguas, se podía divisar una zona donde ésta era mucho más clara que el resto que la rodeaba. Así que sin pérdida de tiempo Aashish dirigió la alfombra hacia allí. Nada más tocar el agua, pasó algo asombroso, de la alfombra surgió una burbuja que los rodeó, haciendo que fueran por las profundidades marinas totalmente a salvo. Sus cuerpos permanecían secos y la burbuja les proporcionaba el oxígeno que necesitaban.
Al rato divisaron una extraña ciudad submarina, estaba formada por inmensas caracolas, algunas alargadas, otras achatadas aunque la mayoría eran redondeadas. Todas desprendían destellos irisados, pero quizás lo más curioso eran las preciosas cascadas que manaban de ellas.
Entraron en aquella fascinante ciudad, si el exterior era inusual el interior de la misma no se quedaba atrás, ya que en la ciudad no había ni rastro de agua, y eso que el líquido elemento la rodeaba por todas partes. Por lo que Aashish decidió prescindir de la burbuja y por increíble que pareciera también podían respirar sin dificultad alguna.
En ese momento, la bola de cristal estaba mostrando una caracola determinada, en esta había unos extraños dibujos grabados en su concha. Comenzaron a buscarla hasta dar con ella. Se introdujeron en su interior, sus paredes estaban recubiertas de espejos y en el centro de la estancia había una profunda hendidura en el suelo. Tania no sabía por qué, pero una irresistible fuerza la atrajo hacia los espejos, e hizo que pasara sus dedos por ellos. Al instante surgieron grupos de letras cubriéndolos de arriba a bajo pero aquellas letras no significaban nada. Cuando todos los espejos estuvieron llenos por ellas, éstas empezaron a derretirse convirtiéndose en chorros de agua que caían sin parar, amenazando con ahogarles, cuando el agua ya les cubría la cintura intentaron salir de allí precipitadamente. Pero en ese momento, Sapo, sufrió una transformación, se convirtió en el tembloroso Príncipe Encantado. Lo que hizo más difícil la huida, ya que su cuerpo, petrificado por el miedo, se negaba a caminar. Tania sobreponiéndose a la sorpresa y ayudada por Aashish, después de grandes esfuerzos, consiguieron sacarlo de allí, justo en el momento en que el agua les llegaba al pecho.
Una vez a salvo Tania preguntó:
- Pero cómo, qué ha pasado.
Ya algo más repuesto le respondió:
- Querida, permite que me presente, soy el Príncipe Encantado pero puedes llamarme, Príncipe E. En cuanto al motivo que hace que me transforme, lo desconozco, pero en los momentos que vuelvo a ser yo, me siento genial.
Tania después de cerrar la boca por la impresión, contestó:
- Encantada. En fin, siento muchísimo, no haber podido descifrar el mensaje, pero todo ha sido demasiado rápido y confuso, no he tenido tiempo -se lamentó.
- No te preocupes, yo tengo la solución -respondió Fedora-. Y sacando su bola de cristal hizo unos rápidos movimientos sobre ella mientras se concentraba.
Al poco la bola mostró el enigmático mensaje de nuevo.
Tania acercó sus dedos a la bola y las letras fueron saliendo de ella divididas en varios grupos, quedando suspendidos ante la gatita. Tania desplazó sus dedos sobre las letras, que con una frenética danza, se fueron colocando hasta formar el siguiente mensaje:
- “Hola Tania, soy el Narrador, me han secuestrado Beto y Ereza ya os lo contaré todo a su debido tiempo, ahora lo más importante es que me saquéis de aquí. Para eso tendréis que ir a las profundidades y traerme la Roca Ígnea pero antes debéis buscar tres objetos imprescindibles, con la ayuda de Fedora y su extraordinaria bola lo conseguiréis. Daos prisa pues Beto y Ereza acechan. Gracias a todos”.
Ese era todo el mensaje, después de leerlo Tania en voz alta, desapareció, dejando tras sí un rastro de polvo dorado, que comenzó a girar y girar surgiendo de su interior un diminuto librito con las tapas doradas y con el paso del tiempo grabado en su piel.
Tania lo abrió y se encontró dibujada una pequeña puerta que la gatita ya conocía, pasó su dedo por ella y aparecieron en el fondo del mar. No en la “Ciudad de las Caracolas” este era otro lugar. Fedora cogió su bola de cristal y ésta le mostró el castillo de la Sirenita Ariel, allí es donde debían dirigirse.
Aashish dirigió la alfombra hacia el lugar, la burbuja los protegía como siempre.
Al pasar fueron viendo miles de peces de preciosos colores, formas diversas, que jugaban entre los corales o tocaban en una banda improvisada que tenía por cantante al simpático cangrejito Sebastián. Se estaban sonriendo por lo que habían visto, cuando Sapo al mirar por última vez hacia atrás desorbitó los ojos y sufrió una vez más su molesta transformación.
Tania al verlo miró en la misma dirección y la sangre dejó de correr por sus venas, la amenazadora ballena de Pinocho se dirigía hacia ellos inexorable. Aashish trató de esquivarla como pudo, arriba y abajo, introduciéndose en pequeñas grutas, atravesando enormes corales pero seguía pegado a ellos y cada vez la distancia que los separaba era más corta.
Al pasar por uno de aquellos corales, Tania divisó algo, se trataba del Sr. Pulpo que con un bombín por sombrero tocaba, con sus múltiples tentáculos, un órgano hecho de conchas y coral, haciendo que miles de burbujas brotaran de él.
Tania tuvo una idea:
- ¡Aashish acércate a aquellas burbujas!, nos camuflaremos en ellas.
- ¡Gran idea! -exclamó Aashish-. Y encaminó la alfombra hacia allí, tratando de mantenerla oculta por las demás burbujas.
¡Lo consiguieron!, la ballena después de dar varias vueltas y no encontrarlos se dio por vencida y se alejó malhumorada dando frenéticos coletazos.
Prosiguieron el camino, hasta llegar al castillo de Ariel. Ésta les saludó muy cordialmente y los llevó hasta sus aposentos.
Tania le contó todo lo acontecido al Narrador y Ariel muy apenada se acercó a su cómoda y sacando el primer objeto se lo entregó pidiendo:
- ¡Por favor, salvadlo, salvad al Narrador, sin él estamos perdidos!
- Por supuesto que lo haremos, confía en nosotros -la tranquilizó Tania- y muchas gracias por tu colaboración.
- No ha sido nada. Narrador repartió algunos objetos entre nosotros por si alguna vez se encontraba en apuros y ese momento ha llegado.
- Gracias de nuevo y ten fe -y despidiéndose de ella se alejaron.
Tania sacó el librito otra vez y pasando su dedo por él se encontraron volando sobre las nubes, Fedora sacó su bola nuevamente y divisó el “Reino de las Hadas” ese era el camino a seguir.
Volaron a través de nubes blancas, rosadas y grises, al pasar por las blancas el rostro se les humedecía con gotas de rocío, si pasaban por las grises nada ocurría pero si atravesaban las rosadas ¡eso sí que era genial!, los labios se les quedaban recubiertos de un gustillo a algodón de azúcar maravilloso. Así fueron pasando de una nube rosada a otra, en las siguientes abrieron sus bocas que se llenaron de sabrosos trozos de algodón de azúcar que hacían que se relamieran de gusto, pero Sapo en la última por la que pasaron fue más atrevido y pellizco un buen pedazo a lo que la nube respondió:
-¡Huy, desvergonzado!
Sapo se encendió como la grana, su cuerpo ya de por sí rojo se puso más rojo todavía.
Tania, Fedora y Aashish reían sin parar.
Cuando un rugido ensordecedor surgió a sus espaldas, al mirar se encontraron con los más curiosos seres que hubieran visto jamás, tenían la cabeza de león, el cuerpo de cabra, la cola de serpiente y unas enormes alas a sus costados.
- ¡Quimeras! -exclamó Tania aterrada- ¡son Quimeras!
- ¿Quimeras? -preguntó Fedora.
- Sí, extrañas criaturas mitológicas. Nada amigables.
Efectivamente, de sociables no tenían nada, se lanzaron tras ellos en una loca persecución. Aashish las esquivaba aquí y allá pero no era nada fácil. Gracias a su gran maestría estaban saliendo ilesos, pero esa situación no se iba a prolongar mucho tiempo.
De pronto, Tania, sintió que alguien susurraba, miró a un lado y a otro pero nada, el susurro cada vez se hacía más fuerte hasta que se dio cuenta de que provenía de su bolsillo, sacó la delicada peineta que le diera Ariel y perpleja comprobó que era ella la que susurraba, no pudiéndoselo creer la acercó al oído de Fedora, pero esta no oyó nada, tampoco Aashish, que seguía concentrado en esquivar a las bestias, y ni que decir de Príncipe E., que acurrucado como un ovillo no quería saber nada.
Así que, dejando a un lado la opinión de sus compañeros, se acercó la peineta al oído, ésta le susurró unas palabras. Inmediatamente Tania exclamó:
- ¡Aashish llévanos hacia aquella nube gris!, ¡deprisa!
Al llegar, saltó de la alfombra introdujo su mano en la nube y fue sacando puntiagudos rayos que fue depositando en la alfombra con la ayuda de Fedora. Cuando hubo almacenado una buena cantidad, se subió nuevamente a la alfombra, en el mismo instante que una dentellada rasgaba el cielo encima de ella.
Velozmente Aashish se alejó de aquellas mandíbulas mortales y ya, a cierta distancia, Fedora y Tania comenzaron a lanzar los potentes rayos a las quimeras con certera puntería. Éstas retorciéndose de dolor y con varias partes de sus cuerpos chamuscados, se alejaron a toda prisa con el rabo entre las patas.
Tania y Fedora chocaron sus manos contentas con el resultado.
El “Reino de las Hadas” se extendía delante de ellos. Al llegar la Reina de las Hadas vino a recibirlos, era preciosa, y sus alas tan finas que casi parecían transparentes.
Contaron toda la historia de nuevo y la Reina de las Hadas, sin demora, los llevó hasta una extraña cascada donde el agua, del color de la plata, caía sin cesar. Se acercó a su orilla y con su varita sacó del fondo de ésta una preciosa estrella, recubierta de purpurina, que desprendía débiles destellos. Se la entregó a Tania pidiéndole que salvaran a Narrador. Después de prometérselo se despidieron, llevándose en la retina la maravillosa imagen de aquel lugar.
Volvió a sacar el librito, recorrió otra vez la pequeña puerta allí dibujada, encontrándose en un hermoso valle con un ancho prado salpicado de lindas casitas aquí y allá. La bola de cristal brilló de nuevo mostrándole a Fedora el camino, tenían que ir a visitar al Sastrecillo Valiente.
De pronto, unas horribles carcajadas inundaron el lugar, a lo lejos pudieron apreciar como un enorme gigante destrozaba una de aquellas granjas y devoraba todo animalillo que se pusiera a su alcance. En aquel momento estaba acabando con todas las gallinas que habitaban el gallinero.
Sapo, al ver aquello sufrió su consabida transformación y Tania notó una intensa luz que provenía de su bolsillo. Sacó la estrella que brillaba más y más, hasta que su cegadora luz le mostró una visión, cuando ésta terminó supo lo que debía hacer.
Se acercaron a un pozo que había cerca de una de las casitas, se bajó de la alfombra y ayudada por Sapo y Fedora se introdujo en el pozo. Arrancó unas raras hierbas que había en su interior y las machacó, el jugo resultante lo colocó en un cubo y luego llenó éste con agua fresca del pozo. Antes de irse cogió algo en la cocina de la granja y subiéndose de nuevo a la alfombra emprendieron el camino.
A lo lejos el gigante después del atracón se había recostado en la hierba a dormir.
Se acercaron y pusieron el cubo de agua con cuidado cerca del gigante y sigilosamente volaron por encima de él. Tania sacó unos granitos de su bolsillo y los dejó caer en la boca del temible ser que dormitaba a sus pies. Ante la mirada interrogante de sus compañeros susurró:
- ¡Sal!
Se alejaron justo en el momento en que el gigante daba un manotazo al aire y Aashish lo esquivaba por poco, yendo el puño a dar, con una esquina de la alfombra, haciendo que se soltara uno de sus flecos.
- ¡Uf, ha estado cerca! -dijo Aashish, secándose unas gotas de sudor que caían de su frente.
Todos asintieron, menos Príncipe E. que seguía abrazado a la alfombra desde que se acercaron al gigante.
Se escondieron tras unas rocas y esperaron, al rato el gigante se despertó dando terribles voces.
- ¡Que sed tengo! -decía mientras pasaba su larga lengua por los labios.
- En vez de gallinas parece que me haya comido una tonelada de arenques.
Entonces vio el cubo rebosante de agua clara y sin pensárselo dos veces lo apuró de un trago.
- ¡Hum, buenísima!
Al momento sintió que su cuerpo pesaba demasiado y se desplomó cuan largo era en el suelo.
Nuestros amiguitos salieron de su escondite y se dirigieron a él.
Tania de un salto, bajó de la alfombra y cogiendo una de las plumas de las pobres gallinas, se puso a hacerle cosquillas en la planta del pie, Fedora hizo lo mismo con el otro pie y después de un rato preguntó:
- ¿Estás segura de que esto sirve de algo?, no ocurre nada.
A lo que Tania contestó:
- Sí, si que ocurre fíjate en sus ojos.
Gruesos lagrimones resbalaban por la cara del gigante.
- Se está partiendo de risa -exclamó una emocionada Fedora.
Y siguieron haciéndole cosquillas con más entusiasmo.
Más de pronto ocurrió. Las piernas del gigante fueron poco a poco desapareciendo, entre más se reía más de prisa se desvanecía, hasta que no quedó rastro alguno de él.
- Ya podemos ir a ver al Sastrecillo Valiente -dijo eufórica Tania.
Y Aashish condujo la alfombra hasta su casa.
El Sastrecillo Valiente estaba en su taller cosiendo sin parar. Al llegar se presentaron, y después de contar Tania por tercera vez lo ocurrido, éste introdujo su mano en el alfiletero que tenía encima de la mesa y sacó una aguja nada especial pero al enhebrarla se produjo el milagro. La aguja comenzó a transformarse en una preciosa aguja dorada cuyo destello inundaba la habitación.
Se despidieron amablemente de él y emprendieron el camino de vuelta. Tania sacó nuevamente el libro, volvió a pasar su dedo por él, apareciendo otra vez en “La Ciudad de las Caracolas”.
Fedora cogió su bola de cristal. Ésta le mostró una caracola muy larga y delgada, ¡ese era el camino a la Roca Ígnea! Se dirigieron a ella y comenzaron a descender y descender. Según iban bajando el calor se hacía más y más insoportable por lo que Aashish concentrándose de nuevo hizo que volviera a aparecer la burbuja que los mantenía a salvo. En seguida nuestros amiguitos disfrutaron de un fresquito muy apetecible, por lo que, el respirar ya no era un suplicio asfixiante.
Llegaron a las profundidades, la visión que se extendía delante de ellos era desoladora donde quiera que mirasen sólo podían distinguir ríos de lava incandescente, burbujas humeantes y rocas recubiertas de llamas cegadoras. Menos mal que seguían protegidos en la burbuja y que el calor infernal que los debía rodear no llegaba a ellos. Buscaron y buscaron tratando de hallar algún indicio de que la Roca Ígnea se encontraba allí, cuando de pronto un rincón les llamó poderosamente la atención. Una llamarada de un naranja intenso, que destacaba sobremanera con respecto a las demás, brotaba en aquellos instantes de una roca que había en el suelo. Aashish dirigió la alfombra hacia ella, la dejó suspendida en el aire, mientras él atravesaba limpiamente la burbuja y se encaramaba encima de las rocas ardientes, ayudando a Tania a bajar colocándosela a la espalda. El calor era insoportable y a la gatita le costaba bastante respirar. Cosa que al mapache no le parecía afectar, caminaba por las rocas como si paseara por un verde prado mojado por el rocío. Al llegar ante la Roca, la gatita oyó una hipnótica melodía, sacó de su bolsillo la causante de aquello, la aguja dorada, y ésta le cantó:
“Arrójanos a la Roca que potente brillará y así de esta manera al Narrador salvarás.”
Tania cogió la peineta, la estrella y la aguja y las dejó caer encima de la Roca Ígnea, al tocar ésta los tres objetos desaparecieron en su interior y al instante la Roca brilló con muchísima más fuerza. Aashish la cogió y con ella humeando entre sus manos se encaminó a la alfombra. Fedora ayudó a subir a la gatita, pues ya sabemos todos dónde estaba Príncipe E. Aashish levitó hacia su sitio, depositando la Roca en su regazo, reemprendió el camino de vuelta. Todos se habían quedado atónitos pero no hicieron ningún comentario, por si quedaba alguna duda después de lo visto, aquello confirmaba el extraordinario faquir que era.
De vuelta en la ciudad submarina, depositaron la Roca en la hendidura que había en el suelo de la caracola que tenía atrapado al Narrador. Al momento ésta comenzó a lanzar llamaradas a uno y otro espejo hasta convertirse en una bola de fuego que escupía potentes ráfagas a uno y otro lado.
Como ya había comprobado anteriormente Tania, Sapo se transformaba en el Príncipe E. en los momentos menos oportunos.
- ¡Vamos, salgamos de aquí! -dijo agarrándole del brazo y tirando de él, pero Príncipe E. no se movió ni un centímetro, su cuerpo no le respondía temblaba de los pies a la cabeza, de nuevo Aashish tuvo que venir a ayudarla. Mientras Tania algo irritada pensaba -¡qué novedad!- y entre los dos pudieron arrastrarlo al exterior, en el preciso instante en que los espejos saltaban por los aires liberando de este modo a su prisionero.
Narrador al abandonar su prisión, fue recibido con gran entusiasmo por sus amigos, se presentó a Tania dándole fervientemente las gracias. Se subieron todos juntos a la alfombra. En el momento que ésta se elevaba, ocurrió algo sorprendente, las figuras dibujadas en el exterior de la concha cobraron vida y de un salto se subieron a la alfombra.
Eran nada más y nada menos que Ereza y Beto seres no muy grandes pero robustos. Ereza era delgada, aunque musculosa y su cabello de color azul estaba recogido en una larga coleta. Beto en cambio era rechoncho, no tenía pelo y su cuerpo estaba recubierto de un sarpullido verdoso. Con una fuerza extraordinaria se lanzaron sobre Narrador. Tania y Fedora agarraron a Ereza y tiraron de ella, enzarzándose en una pelea feroz, mientras Narrador hacía lo mismo con Beto. Príncipe E. permanecía aferrado a la alfombra hecho un ovillo, con el cuerpo sacudido por fuertes espasmos de terror.
La lucha era desigual, la balanza se inclinaba hacia Beto y Ereza pues su fuerza, a pesar de ser seres diminutos, era considerable. Fedora agarró su bolso limosnero, donde guardaba la bola cristal y se lo lanzó a Ereza, que con gran destreza lo esquivó. Al tiempo que propinaba una patada a la adivina que la lanzó unos metros más allá, entonces cogiendo el bolso con la bola dentro, propinó un tremendo golpetazo a Aashish, que concentraba todos sus esfuerzos en mantener la alfombra en el aire. Su labor no era nada fácil debido a lo que sucedía a su espalda, ésta al no ser dirigida por nadie empezó a ganar velocidad. Esto provocó que Tania y Fedora se aferraran a la alfombra con todas sus fuerzas para no caer, dejando la lucha postergada. Mientras Beto y Ereza se pusieron a ambos lados de Narrador sujetándolo con firmeza.
La velocidad era casi insoportable Príncipe E. permanecía tendido boca a bajo, encima de Aashish para que no cayera. Poco a poco el mapache empezó a recobrar el conocimiento y pudo retomar el control de la alfombra. Esto sirvió para que Tania y Fedora reanudaran la pelea con Ereza y Beto.
Aashish miró hacia abajo, sobrevolaban las “Islas de las mil Flores” y tuvo una idea genial. Dirigió la alfombra hacia un punto determinado. Sobrevolaron la Isla Margarita, dejaron atrás la Isla Tulipán. Más adelante se encontraba la Isla Esterlicia y al fondo, por fin, la isla que buscaba, cuando ya casi estuvo encima de ella gritó:
- ¡Agarraos!
Tania, Príncipe E. y Fedora ya conocían lo que significaba aquella señal, pues la habían oído varias veces a lo largo de aquel viaje. Así que dejando a Ereza a un lado se lanzaron sobre Narrador y colocaron sus cuerpos sobre él, mientras, con las manos, se aferraron fuertemente a la alfombra. Justo en el instante que ésta daba la vuelta completa. Cogiendo por sorpresa a Beto y Ereza que cayendo sin salvación fueron a dar con sus cuerpos en la horripilante “Isla Anémona”, el terror de los mares. Pues quien caía en ella jamás regresaba.
Los amigos saltaron de júbilo, por fin, se habían librado para siempre, de aquellos malvados seres. Pero entonces ocurrió, Tania, debido a la alegría, no calculó bien la distancia y cayó por el lateral de la alfombra, quedando suspendida en el aire, agarrada por uno de los flecos que se había desprendido debido al manotazo propinado por el gigante, cuando fueron a ver al Sastrecillo Valiente. Como consecuencia del peso de la gatita, comenzó a descoserse rápidamente.
- ¡Socorro! -gritó angustiada- ¡Príncipe E., ayúdame!
Ya que era él, el que estaba más cerca, pues los otros estaban demasiado alejados y no llegarían a tiempo. Sin contar que todavía la Isla Anémona se abría amenazadoramente a sus pies.
- ¡Ayúdala! -corearon Narrador y Fedora.
- ¡Date prisa! -le apremió Aashish- no puedo hacer nada o se descoserá con mayor rapidez.
Príncipe E. sufría un torbellino de emociones en su interior, hasta que por fin se decidió.
Se acercó al borde de la alfombra y gritó:
- ¡Agárrate fuerte! -y extendió una de sus patas delanteras, pero no era suficiente. Así que estiró todo su largo cuerpo, quedando agarrado por sus dos patas traseras a la alfombra.
Tania sujetó con fuerza la patita amiga, justo en el momento, que la otra mano colgaba del vacío pues el fleco se había desprendido por completo. Agarró la otra pata con fuerza y poco a poco la fueron subiendo pues Narrador y Fedora tiraban de Sapo también.
Cuando estuvo a salvo se abrazó a su amigo, en verdad se había alegrado muchísimo de que fuera Sapo quien la salvara, pues Príncipe E. lo único que tenía a su favor era ser un tipo apuesto, pero cuando lo tratabas hasta eso perdía todo su encanto ya que era demasiado cobarde y egoísta para pensar en nadie más que en sí mismo. En cambio, Sapo era agradable, simpático, buen conversador, ameno y sobre todo un leal amigo y a fin de cuentas, que era la belleza sin ninguna otra virtud, realmente nada. Además ya Sapo no le parecía tan feo.
En ese momento prestó atención pues Sapo estaba hablando:
- Amigos míos, tengo que comunicaros que a partir de ahora me llaméis Ernesto. Pues por fin, he aceptado mi destino, este es mi verdadero yo.
Tania, Narrador y Fedora lo abrazaron con fuerza. Realmente era una noticia maravillosa, pues todos consideraban a Sapo un verdadero amigo, cosa que no opinaban de Príncipe E.
Sapo se sentó al lado de Aashish y algo temeroso preguntó:
- ¿Te importaría compartir definitivamente mi hogar con este viejo sapo?
- No podría sentirme más honrado que vivir bajo el mismo techo que tú, mi querido amigo -le respondió un emocionado Aashish mientras le abrazaba.
Narrador se sentó cómodamente y se dispuso a contarles todo lo ocurrido:
“Beto y Ereza son los diminutivos de Analfabeto y Pereza ellos forman parte de una larga lista de enemigos con los que cuenta el “País de los Cuentos” también están Irresponsabilidad, Vagancia, Desmotivación, Desconcentración, Inconstancia, Incultura, etc… todos ellos quieren acabar con los cuentos, pues es el medio por el que los distintos cachorrillos que habitan el mundo exterior, de donde tú procedes, aprenden a leer. Y éste es el primer paso para que lleguen a ser adultos responsables y preparados. En cambio si poco a poco logran acabar con nosotros la Ignorancia se adueñará de todo y dejará que sus secuaces la Desgana, Desmotivación, Vagancia, Desánimo, Pasividad, Holgazanería…gobiernen con ella.
Por eso Ereza y Beto eran tan fuertes, porque entre más cachorritos se abandonen a ellos, es decir no estudien, ni se animen a aprender, ni intenten trabajar duro, más fuertes se vuelven. Ese es el motivo por el que debemos existir, para que haya más y más cuentos que lleguen a cualquier rincón y todos los cachorrillos tengan la oportunidad de aprender y se esfuercen por derrotar de sus vidas a la Desidia y sus demás compinches.
La misión de tu abuelo, era protegernos de esos malvados, por eso lo llamábamos “El Protector”. Se encargaba de mi protección, ya que yo soy el representante del “País de los Cuentos.” Mi labor es muy importante, ya que soy el que narra las aventuras que mis compañeros realizan en los cuentos, haciendo que éstas tengan sentido. Si esos malvados hubieran logrado su objetivo, los cuentos no habrían podido llevar a cabo su misión. Que no es otra, que enseñar el mágico mundo de la imaginación, del conocimiento. Por eso tu abuelo sabiendo que llegaba su hora te pasó a ti sus poderes, pues sabía que lo harías tan bien como él, y desde luego ha quedado más que probado”.
Tania abrió mucho los ojos ante esta nueva revelación, ella la protectora del “País de los Cuentos”. Le entusiasmaba la idea.
- Os prometo, que haré todo lo que pueda para protegeros siempre.
- Lo sabemos -corearon todos.
Embriagada por la emoción sintió desvanecerse. Cuando volvió en sí, nuevamente, se encontró en su cama con el libro entre sus manos y la pequeña puerta dibujada en él.
- ¡Oh! -pensó apenada- esto será siempre así, si no he tenido tiempo ni de despedirme.
Pero una voz en su interior susurró:
- Pronto los verás de nuevo.
Y animándose otra vez, pasó sus dedos por la diminuta puerta, mientras ésta, se desvanecía ante sus ojos.